martes, 24 de noviembre de 2015

Día Internacional contra la Violencia de Género


Fotografía Miguel Morales


por Beatriz Rey Tilve

25 /11/2015 
Día Internacional contra la Violencia de Género

Mitos referidos al maltrato:

Es una pérdida momentánea de control
Los hombres que maltratan lo hacen porque tienen problemas con las drogas o el alcohol
Un hombre no maltrata porque sí, ella también habrá hecho algo para provocarlo
Los hombres que agreden a su pareja están locos

Lo cierto es que…

La mayoría de las veces, las agresiones, amenazas e intimidaciones son actos premeditados. El violento agrede cuando la mujer es más vulnerable o nadie puede ayudarla.
El alcohol y drogas pueden disminuir las inhibiciones o el control de la conducta, pero no son excusa para actitudes violentas.
Las conductas violentas son única y exclusivamente responsabilidad de quién las ejecuta. Culpabilizar a las víctimas va en consonancia con una sociedad machista.
Los violentos no padecen especialmente ninguna patología y son responsables de sus actos. Someten y dominan para autoafirmarse.

Fotografía Miguel Morales

Mitos sobre la violencia sexista:

Sólo el maltrato físico es peligroso.
Los problemas se solucionan con el tiempo.
El amor puede cambiarlo
Lo que ocurre en la pareja es privado, no hay que intervenir
Sólo ocurre en familias ‘con problemas’
Los hombres también son agredidos por sus compañeras
Si se tienen hijo-as, mejor que no se separen.
Ella tiene la culpa por aguantar y seguir con él.
Ella está exagerando, si fuera tan violento ya se habría ido.

Fotografía Miguel Morales

Lo cierto es que…

El maltrato físico es el más evidente, pero también se ejerce violencia con miradas, silencios, palabras, insultos, amenazas…estrategias para anular a la mujer.
Está comprobado que con el tiempo las agresiones se vuelven violentas y más recurrentes.
En el maltrato no  hay sentimientos de amor, sino de posesión, control y dominio. Cuando hay amor no se intimida, manipula, limita y daña.
Ninguna situación que dañe a un ser humano puede considerarse privada, porque es un delito contra la libertad y la seguridad, tipificado en el Código Penal. Hay que denunciarlo.
El maltrato se da en todos los grupos sociales, étnicos, socio-económicos y culturales. No hay un rasgo típico del maltratador, únicamente el de tener o haber tenido una relación afectiva con la víctima.
Aunque hay mujeres que agreden a sus parejas, son una mínima parte y la mayoría en defensa propia y aún así,  la condena social es mayor y más dura para las mujeres.
Es negativo para los niño-as vivir y socializarse en un ambiente violento. Los maltratos son lo que asociarán con ‘amor’. Es grave para su bienestar emocional y como modelo de aprendizaje.
La violencia provoca pérdida de autoestima, depresión, miedo y sentimientos de incapacidad. Además, la mujer maltratada suele carecer de medios económicos y apoyo social.  Esto hace que no abandone al agresor.
Cuando una mujer maltratada pide ayuda, generalmente la situación ya se ha convertido en muy peligrosa. Hasta hace poco, la sociedad no reconocía la violencia doméstica, diciendo que no era para tanto y que formaba parte de lo que la mujer tenía que soportar en un matrimonio.

Fotografía Miguel Morales

Conclusión

De los hombres y las mujeres depende tomar conciencia de las relaciones de poder que sostienen la violencia sexista y de atender las otras formas de violencia que se ejercen en nuestra sociedad sobre las mujeres: familiar, doméstica, laboral, comunitaria y estatal.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Pueblos longevos


Fotografía Miguel Morales

por Roberto del Río

¿Por qué algunas comunidades humanas disfrutan de una longevidad asombrosa? Estas poblaciones, además, suelen conservar la salud durante todo el ciclo de la vida, que con frecuencia sobrepasa los cien años. Hablamos, por ejemplo, de los habitantes de la isla japonesa de Okinawa, los Hunzas en el Himalaya o un grupo adventista del pueblo de Loma Linda en California, por citar tres pueblos donde abundan los centenarios.
¿Cuál es el secreto? Hombres y mujeres que abordan la décima década de su vida con un vigor que parece desmentir su avanzada edad. Ésta no les impide seguir activos. Muchos no han abandonado la costumbre de atender su huerto, y la mayoría cultiva un sinfín de aficiones en donde no falta ni el ejercicio físico ni el trato alegre y apacible con sus semejantes.


Al analizar el estilo de vida de estos grupos descubrimos ciertas coincidencias significativas. Empecemos por la alimentación. Frutas, verduras, cereales integrales, semillas y legumbres constituyen la base de la dieta, complementada en Okinawa con los productos de la tradición japonesa como pescado, algas, tofu y otros derivados de la soja. Abundan los alimentos crudos, frescos y de temporada, y la presencia de grasas saturadas, azúcar o alimentos procesados es prácticamente nula.
Otro factor coincidente es la vida tranquila. Liberar el acontecer diario del peso y la presión de la velocidad influye de manera muy determinante en la salud. La competencia instaurada en nuestras sociedades, los unos contra los otros y todos contra el tiempo, no es la norma de conducta de los pueblos centenarios, cuyo concepto de productividad no se mide por los dólares arrancados a cada minuto del día. Y la ciencia ahora -y la intuición antiguamente- sabe que los pensamientos y las emociones se relacionan de modo directo con los procesos físicos que conducen a la salud o la enfermedad.

Foto Miguel Morales
El estudio de los pueblos longevos puede contribuir con datos de sumo interés a una nueva disciplina que estudia la conexión entre el cerebro y el sistema inmune. Esta disciplina, de largo y elocuente nombre, se llama psiconeuroinmunología. Resumiendo mucho, este reciente y pujante campo disciplinar postula que las funciones mentales, el sistema nervioso y el sistema inmunitario se entrelazan mediante rutas neuronales de doble dirección. En general, asumimos que las personas tranquilas y positivas gozan de mejor salud; por el contrario, una exposición continuada al estrés se traduce en una bajada de defensas que abre la puerta a la enfermedad. A la luz de estos datos, la educación para la salud alcanza una nueva dimensión. La información que nos aporta el modo de vida de los pueblos longevos puede ser de gran ayuda, pues indica cómo implementar estrategias para una cultura preventiva de salud a través de la estabilidad emocional, el optimismo, la motivación para alcanzar objetivos y la interacción armoniosa con nuestros semejantes. Sin olvidar que nuestro organismo necesita el mejor de los alimentos y, como máquina que es, una actividad física que lo mantenga siempre engrasado y a punto. 
¿Que los tiempos corren en otra dirección? Sí. Pero aunque el signo de la historia sea reacio a cambiar de golpe, el ejemplo permanente de los pueblos longevos nos muestra un camino: y cada cual es libre de recorrerlo.

Fotografía Miguel Morales


jueves, 5 de noviembre de 2015

La química de la sonrisa


Fotografía: Miguel Morales

por Roberto del Río

Alguien dirá que la sonrisa no depende de química alguna. Que la sonrisa o el ceño fruncido son opciones personales, directamente relacionadas con nuestra interpretación benévola o fatídica de las circunstancias externas. Por otra parte existe toda una industria farmacológica al servicio del estado de ánimo. A cambio de tu firme adhesión al tratamiento florecerá tu sonrisa en un mundo hermoso, prometen.
Del absoluto control interno a la completa dependencia de un fármaco, las posturas anteriores son los extremos de un continuo donde la virtud, como casi siempre, se agazapa en los términos medios. Es cierto que nuestra capacidad para moldear las emociones en función de los pensamientos es considerable; como también es verdad que existe una química de la sonrisa que se complementa recíprocamente con lo anterior. Una química que no sigue el camino habitual del laboratorio a la farmacia, sino que procede de la tierra y se sintetiza en los alimentos que luego encontramos en los mercados.

Fotogtafía: Miguel Morales

Y es que los alimentos encierran todos los nutrientes necesarios para la vida y la salud, proteínas, vitaminas, minerales, flavonoides…  No hay mejor farmacia -ni en encanto, fragancia o surtido- que una frutería. 
Pero expliquemos por qué.
Empecemos por la energía. Los cereales integrales la aportan a través de sus hidratos de carbono de absorción lenta. Una falta de energía lleva al cansancio y la irritabilidad, por eso la primera medida para mantener estable nuestro ánimo es no quedarnos sin combustible. Los cereales también nos proveen de vitaminas del grupo B, fundamentales para la salud del sistema nervioso. Las vitaminas B5 y B12 están relacionadas con la síntesis de los neurotransmisores, junto con los minerales zinc y magnesio y el aminoácido triptófano, cuya absorción se ve notablemente favorecida por los carbohidratos.

Foto: Miguel Morales
Otro mineral que ayuda a mantener un tono anímico adecuado es el hierro. Si sufres falta de concentración, desánimo o fatiga exagerada puede deberse a bajos niveles de hierro. Las lentejas son ricas en este mineral, así como las semillas de calabaza y las verduras de hoja verde entre otros alimentos. Las lentejas, además, aportan ácido fólico, que interviene en la síntesis de la dopamina, y una cantidad de proteínas muy interesante (aunque en materia de ácido fólico nadie le gana a la humilde lechuga). Otra legumbre que no debemos olvidar en la química de la sonrisa son los garbanzos, por su riqueza en triptófano.
El déficit de magnesio ocasiona mal humor, dificultad para concentrarse e insomnio. El magnesio se encuentra en todas las verduras de hoja verde, en las crucíferas, la remolacha, el chocolate, los dátiles, el aguacate, etc. El aguacate, además, posee tirosina, necesaria en la síntesis de la dopamina, fenilalanina, precursora de las endorfinas, y ácidos grasos que actúan como lubricantes de los neurotransmisores. Su contenido en magnesio, junto con la vitamina B6, contribuye de modo necesario a que el cuerpo elabore serotonina, un neurotransmisor implicado en el sentimiento de calma.

Fotografía Miguel Morales

Los copos de avena, ricos en ácido pantoténico, y los huevos, que aportan proteínas, vitamina B12 y zinc, contribuyen a evitar los dolores de cabeza, los cambios de humor y el cansancio, y a mantener en buen estado la memoria.
Y por último, mencionemos los ya famosos ácidos grasos omega 3, cuyas mejores fuentes son el aceite de linaza, las nueces y el pescado azul. En la química de la sonrisa, los omega 3 son necesarios para una correcta comunicación de las células nerviosas, y su carencia puede implicar inestabilidad emocional, ansiedad o depresión. 
Esto es sólo un resumen, y que me perdonen los alimentos que por cuestiones de espacio -en este artículo y en mi memoria- no he podido mencionar. Sólo me queda reclamar para las comidas un entorno favorable, un ambiente relajado y esa actitud de los comensales inteligentes que saben que "somos lo que comemos": una de las pocas frases que a pesar de haberse vuelto un tópico mantiene toda su frescura y expresividad. 
Por ello, para terminar, un consejo: come sonrisas. 

Fotografía: Miguel Morales
(Documentación: revista Integral)