Fotografía Miguel Morales |
por Roberto del Río
¿Por qué algunas comunidades humanas disfrutan de una
longevidad asombrosa? Estas poblaciones, además, suelen conservar la salud
durante todo el ciclo de la vida, que con frecuencia sobrepasa los cien años. Hablamos,
por ejemplo, de los habitantes de la isla japonesa de Okinawa, los Hunzas en el
Himalaya o un grupo adventista del pueblo de Loma Linda en California, por
citar tres pueblos donde abundan los centenarios.
¿Cuál es el secreto? Hombres y mujeres que abordan la décima
década de su vida con un vigor que parece desmentir su avanzada edad. Ésta no
les impide seguir activos. Muchos no han abandonado la costumbre de atender su
huerto, y la mayoría cultiva un sinfín de aficiones en donde no falta ni el
ejercicio físico ni el trato alegre y apacible con sus semejantes.
Al analizar el estilo de vida de estos grupos descubrimos
ciertas coincidencias significativas. Empecemos por la alimentación. Frutas,
verduras, cereales integrales, semillas y legumbres constituyen la base de la
dieta, complementada en Okinawa con los productos de la tradición japonesa como
pescado, algas, tofu y otros derivados de la soja. Abundan los alimentos
crudos, frescos y de temporada, y la presencia de grasas saturadas, azúcar o
alimentos procesados es prácticamente nula.
Otro factor coincidente es la vida tranquila. Liberar el acontecer diario del peso y la presión de la velocidad influye de manera muy determinante en la salud. La competencia instaurada en nuestras sociedades, los unos contra los otros y todos contra el tiempo, no es la norma de conducta de los pueblos centenarios, cuyo concepto de productividad no se mide por los dólares arrancados a cada minuto del día. Y la ciencia ahora -y la intuición antiguamente- sabe que los pensamientos y las emociones se relacionan de modo directo con los procesos físicos que conducen a la salud o la enfermedad.
Otro factor coincidente es la vida tranquila. Liberar el acontecer diario del peso y la presión de la velocidad influye de manera muy determinante en la salud. La competencia instaurada en nuestras sociedades, los unos contra los otros y todos contra el tiempo, no es la norma de conducta de los pueblos centenarios, cuyo concepto de productividad no se mide por los dólares arrancados a cada minuto del día. Y la ciencia ahora -y la intuición antiguamente- sabe que los pensamientos y las emociones se relacionan de modo directo con los procesos físicos que conducen a la salud o la enfermedad.
Foto Miguel Morales |
El estudio de los pueblos longevos puede contribuir con
datos de sumo interés a una nueva disciplina que estudia la conexión entre el
cerebro y el sistema inmune. Esta disciplina, de largo y elocuente nombre, se
llama psiconeuroinmunología. Resumiendo mucho, este reciente y pujante campo
disciplinar postula que las funciones mentales, el sistema nervioso y el
sistema inmunitario se entrelazan mediante rutas neuronales de doble dirección.
En general, asumimos que las personas tranquilas y positivas gozan de mejor
salud; por el contrario, una exposición continuada al estrés se traduce en una
bajada de defensas que abre la puerta a la enfermedad. A la luz de estos datos,
la educación para la salud alcanza una nueva dimensión. La información que nos
aporta el modo de vida de los pueblos longevos puede ser de gran ayuda, pues
indica cómo implementar estrategias para una cultura preventiva de salud a
través de la estabilidad emocional, el optimismo, la motivación para alcanzar
objetivos y la interacción armoniosa con nuestros semejantes. Sin olvidar que
nuestro organismo necesita el mejor de los alimentos y, como máquina que es,
una actividad física que lo mantenga siempre engrasado y a punto.
¿Que los tiempos corren en otra dirección? Sí. Pero aunque el signo de la historia sea reacio a cambiar de golpe, el ejemplo permanente de los pueblos longevos nos muestra un camino: y cada cual es libre de recorrerlo.
¿Que los tiempos corren en otra dirección? Sí. Pero aunque el signo de la historia sea reacio a cambiar de golpe, el ejemplo permanente de los pueblos longevos nos muestra un camino: y cada cual es libre de recorrerlo.
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