miércoles, 30 de diciembre de 2015

El aceite de coco y la memoria


Fotografía Miguel Morales

por Roberto del Río

En los últimos tiempos se ha abierto una interesante línea de investigación para tratar los problemas asociados al deterioro de la memoria. La medicina que según estas investigaciones podría significar una esperanza para enfermos de Alzheimer no es un complejo fármaco sintético con sus típicos efectos secundarios, sino un alimento natural consumido tradicionalmente en muchas partes del mundo: el aceite de coco. Resultados muy esperanzadores sugieren que el aceite de coco podría prevenir la aparición de trastornos de memoria así como ayudar a recuperar capacidades perdidas; y, si no a detener, sí a hacer más lento el curso de la enfermedad si ésta ya se hubiese manifestado. 

¿Sirve cualquier aceite de coco? No. El único con potencial terapéutico es el aceite virgen y de primera presión en frío, por tanto no hay ni que considerar el uso de aceites hidrogenados o parcialmente hidrogenados, tan comunes en la industria alimentaria. Ese tipo de grasas (grasas trans) suponen una variación de la estructura molecular del auténtico aceite y son muy perjudiciales para la salud.
¿Por qué el aceite de coco?  Todas las células del cuerpo, también las cerebrales, necesitan glucosa para su funcionamiento. La glucosa actúa como combustible y se obtiene de los alimentos. Pero en el Alzheimer y otras enfermedades degenerativas los receptores de las células cerebrales no responden a la insulina, con el resultado de que las células se ven privadas de alimento y mueren.
Ya en los años 60 el doctor George Cahill descubrió que las neuronas pueden utilizar cetonas como alimento alternativo a la glucosa. Se piensa que las cetonas cumplen en el cerebro una función adaptativa similar a los acúmulos de grasa en otros lugares del cuerpo. Si la glucosa escasea o no se puede aprovechar, las cetonas serían capaces de proveer directamente de combustible a las neuronas sin intervención de la insulina.

Foto Miguel Morales

Y es aquí donde, gracias a su composición rica en triglicéridos de cadena media (MCT), el aceite de coco puede resultar útil. El aceite de coco, con un 60% de MCT, es una de las pocas fuentes naturales de esa grasa saludable, que se convierte en cetonas en el organismo para su uso inmediato. Una dieta con aceite de coco proveería de alimento a las células cerebrales desnutridas por falta de glucosa y contribuiría a su recuperación. Una dosis terapéutica adecuada se estima entre dos y seis cucharadas al día repartidas entre las comidas (suponiendo que ya se haya declarado la enfermedad). 

Fotografía: Miguel Morales

El aceite de coco natural ha sido consumido a lo largo de miles de años por determinadas poblaciones que, por cierto, suelen gozar de una excelente salud, con bajísima incidencia en enfermedades cardiovasculares y en demencias. 
Para quien desee profundizar más en este tema recomendamos el siguiente artículo de la Dra. Mary Newport “¿Qué tal si ya existiera la cura para la enfermedad de Alzheimer y nadie lo supiera?”, donde se refiere el curso de la enfermedad de Alzheimer de su marido y su mejoría con el aceite de coco.
Pinchar en el enlace para leer el artículo.


No acaban aquí las propiedades del aceite de coco, pero al no ser tema de esta entrada las dejaremos para otro día. Anticipemos al posible consumidor que este aceite está riquísimo, y en la cocina se presta a un sinfín de elaboraciones -tanto dulces como saladas-, por lo que a nadie le resultará un sacrificio tomarlo. 



miércoles, 16 de diciembre de 2015

El interior


Fotografía: Miguel Morales

por Roberto del Río

Una joven paciente a quien su médico le ha recomendado caminar por razones de peso (sobre todo corporal), se queja de que no tiene con quien salir de caminata e ir sola no le gusta. En vista de lo cual ha decidido cambiar las alegres y bulliciosas calles de la ciudad por una butaca que cada vez se hunde más con su peso. No quiere pasear por las amplias zonas peatonales porque dice que se siente sola -aun en medio de la efervescencia ciudadana; en cambio la soledad no le afecta como espectadora incansable de la televisión desde la butaca hundida.
Hay dos lobos que luchan en nuestro interior. ¿Conocéis esa historia? Se la contaba un nativo norteamericano a su nieto: <Uno es violento, vengativo, brutal; en cambio el otro es dulce y bondadoso>. <Y cuál de los dos vence> -preguntó el niño. <Aquel al que alimentes> -fue la respuesta del anciano.

Foto; Miguel Morales
Creo que existen ambos lobos, pero no en solitario. Cada uno lidera una manada: el violento es jefe de aquellos que encarnan las frustraciones que no se toleran, las tristezas que nos hunden, las angustias sin causa y lobos por el estilo. El bondadoso dirige a quienes despliegan en su carácter el interés por las pequeñas cosas, la creatividad en las situaciones adversas, la alegría en la sencillez. Ambas manadas pugnan por la soberanía, pero una pasará hambre mientras la otra se atiborra: ésta vencerá, pues la hemos alimentado con aliento y comprensión, mientras que a la otra, ninguneada y famélica, sólo le queda languidecer.
Cierto día se reunieron los dioses del Olimpo -éste es otro cuento- porque habían hecho al hombre tan perfecto que era casi como sus creadores. Y no podían consentirlo. Entonces decidieron despojarle de algún atributo para rebajarlo de categoría: y ése fue la felicidad. 
Pero una vez que la felicidad desapareció de la naturaleza humana se presentaba el problema de esconderla. ¿Y dónde? ¿Dónde que estuviera a buen recaudo de la curiosidad y la inteligencia del hombre? Su búsqueda minuciosa podría dar finalmente con escondrijos tan recónditos como el fondo del mar, lo alto de las montañas o las profundidades de la tierra. Y si encontraba la felicidad, el hombre se haría de nuevo con ella para asemejarse a sus dioses. 

Fotografía: Miguel Morales

-He aquí el escondite -dijo por fin uno de ellos- donde al hombre nunca se le ocurrirá buscar. No es en ningún punto de la tierra o del cielo. Escondámosla -dijo, triunfal, con una sonrisa inspirada por el lobo malo- dentro de él. Ocupado en buscarla fuera, no tendrá tiempo de pensar que la felicidad anida en su interior; y así nunca la encontrará.
Desde entonces perseguimos la felicidad en la compañía de la persona que camina con nosotros porque si no nos aburrimos; la perseguimos en los objetos que podemos comprar más allá de nuestras necesidades mientras alguien, que nos acompaña como antídoto del aburrimiento, nos aplaude sin condiciones. La perseguimos al otro lado del tabique. Siempre fuera. Por eso nos cuesta tanto encontrarla.


Foto: Miguel Morales

¿Le haremos el juego a los dioses? Repliega tu mirada y observa: la planta que enraíza en la diminuta grieta de la calzada es un prodigio; la maquinaria que mueve ese vehículo de tus pensamientos al que llamamos cuerpo no es un prodigio menor. Y lo mejor de todo es que tú lo vives. ¿No comienza ahí un cosquilleo de felicidad? Eso no te exime, le digo a la paciente, de luchar por tu salud, o por tu libertad, o por tus derechos. O por el amor, o por la vida más allá del amor o por tus sueños o por tus realidades. Pero cuidado con el lobo que alimentas. Cuidado con los caprichos de los dioses.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿Procastinas?


Fotografía: Miguel Morales

por Beatriz Rey Tilve

Procastinación: bajo este curioso nombre se encuentra la costumbre de postergar o posponer las actividades o acciones. Según la Wikipedia se trata de: la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. (http://es.wikipedia.org/wiki/Procrastina)
El procrastinador reduce la ansiedad que le provoca la tarea pendiente distrayéndose con otras actividades (leer, jugar con el móvil, mirar la tele, navegar por internet) o cediendo a actividades compulsivas: comer, comprar…

¿Por qué no sacamos esa tarea de delante? Muchas veces la razón es que no nos apetece en absoluto hacerla, otras, el perfeccionismo extremo o el miedo a fracasar nos hacen ver muy cuesta arriba su realización.
Todos hemos procrastinado alguna vez en nuestra vida. El problema se presenta cuando esta manera de ‘no enfrentarse’ a las situaciones se convierte en crónica.
La terapia puede ayudarte a superar este mal hábito, pero también sencillas estrategias que voy a proponerte a continuación:

Foto: Miguel Morales

1. Una lista de todas las tareas que tienes para hacer
Es útil contar con una pequeña libreta donde vayas anotando todas las cosas que tienes para hacer. Si las anotas, no gastarás energía intentando recordarlas.

2. Clasifica las tareas pendientes en urgentes y/o importantes
Son tareas urgentes aquellas que tienen un límite de tiempo. Son tareas importantes aquellas que ineludiblemente tienes que hacer

3. Ponte plazos
Divide el día o la semana en horas que puedes dedicar a esa tarea y marca en una especie de cronograma el tiempo que le dedicarás según el plazo de entrega o realización que tengan.

4. Toma decisiones
A veces postergamos tareas porque no nos decidimos por un plan de actuación. Si dudas, elige el que más razonable te parezca, ya tendrás tiempo a hacer cambios si no se ajusta a tus objetivos 

Foto: Miguel Morales
5. Divide la tarea en pequeños pasos concretos
No hace falta que hagas todo de un tirón. Si te resulta agobiante por la dificultad o por la cantidad de tiempo que te va a llevar, planifica por partes la tarea. Puedes elegir que partes harás primero. Podrías empezar por las más fáciles o más cortas y así tendrás la sensación de que ya has hecho mucho trabajo.

6. Da un primer paso

No hace falta que le dediques mucho tiempo al principio, puedes simplemente comenzar la tarea. Proponerte dedicarle 10 minutos y hacerlo.

7. Evita las distracciones
Aleja de ti el móvil, la tele, internet,  el correo, etc.


Fotografía : Miguel Morales

8. Intenta realizar toda la tarea, luego la perfeccionarás
A las personas perfeccionistas les conviene este consejo. Saca todo el trabajo que puedas adelante sin intentar que vaya perfecto, una vez terminado, puedes perfeccionar aquellos aspectos que lo necesiten.

9. Aprende a pedir ayuda
En ocasiones  la tarea presenta mucha dificultad. Otras, no tenemos la suficiente habilidad o conocimientos para realizarla. En esos casos, no temas pedir ayuda a alguien que tenga más experiencia o conocimientos que tú.

10. Recompénsate
Piensa en qué premios te harían feliz. Haz una lista de todas aquellas cosas que te gustaría obtener, desde las más materiales a las inmateriales, desde las más simples a las más complejas, desde las más baratas a las más caras.  Y ten el sentido común de elegir entre todas ellas, aquellas que están más acorde con el esfuerzo que te exige la tarea. Es bueno que aprendas a premiarte por plazos cumplidos y por tarea final. Es decir, cada día que cumplas con lo que te has propuesto, date un pequeño capricho (un baño relajante, un paseo, una cerveza, una comida que te guste, ver una película, etc). Y cuando por fin hayas terminado todo el trabajo, prémiate con algo mayor.

11. Promociónate y recuérdalo
Muchas veces nos asustan los retos a los que tenemos que enfrentarnos porque no recordamos todas las veces que ya hemos hecho un esfuerzo similar. Solemos recordar los fracasos, las cosas que nos han salido mal, pero olvidamos aquellas donde hemos hecho un buen papel. Así que a partir de ahora, comparte con tus seres  queridos todos esos pequeños éxitos que vas consiguiendo, de modo que le des el reconocimiento que se merecen y sobre todo, anótalos en alguna parte para que puedas tenerlos presentes.


martes, 1 de diciembre de 2015

Como un manifiesto


Fotografía: Miguel Morales

por Roberto del Río

Si algo en el momento presente me causa estupefacción, es una desagradable certidumbre de que la historia no está evolucionando de manera lógica. Hubo un tiempo en que pensábamos que las sombras darían paso a las luces, que tras la opresión vendría la libertad, que las ciencias ocuparían el lugar de las supersticiones. Mucha gente luchó por la apertura de mentes y conciencias, y por la consecución de derechos que habrían de humanizar las relaciones humanas en todos los ámbitos: personal, social o laboral. Había motivos para ser optimistas: una vez que sabes que la Tierra es redonda ya no la ves plana. Abolida la esclavitud, surge el ser humano libre para organizar una convivencia entre iguales. Tal sería una evolución lógica de la historia: el tránsito del pensamiento dominado por el prejuicio a la mentalidad iluminada. Así fue ocurriendo siempre en la historia, a pequeños o grandes pasos, a tragos o a sorbitos, pero siempre hacia delante.
Hubo un tiempo en que creíamos que el futuro era un lugar mejor para vivir. ¿Y quién nos puede culpar? Los hechos nos daban la razón: cualquier mirada hacia el mundo, desde las libertades ciudadanas a las relaciones íntimas, desde los avances científicos al trato que cada cual, a su manera, dispensaba a la divinidad -aunque dicho trato fuese ninguno- nos devolvía un panorama optimista, de apertura y de tolerancia.

Fotografía: Miguel Morales

No está evolucionando la historia como debería, por más que a muchos nos desconcierte este sinsentido. La libertad y solidaridad retroceden cuando, aun con sus titubeos, siempre habían ido hacia delante. En el mundo no se clausuran guerras en beneficio de la concordia, sino al contrario. Parece que en el proceso de aprender de nuestros errores algo se ha torcido. En este punto de la historia, ya bien entrado el siglo XXI, la paz que un día soñamos como fruto de la madurez y la inteligencia de nuestra especie está tan lejos como lo estaba en el paleolítico, si es que no más. Y sin entrar hoy en ciertos fanatismos que ensombrecen a la humanidad como en sus peores tiempos, y en las violencias que se desprenden de ellos, dejadme destacar una de las más vergonzosas y deprimentes: es la violencia que en el seno de la pareja ejerce el más fuerte sobre el más débil. 

Fotografía: Miguel Morales

Entendemos aquí la fuerza y su uso como una mera cuestión muscular. Una denigrante perversión de las capacidades que deberían servir para cuidar y proteger, y no para hacer daño. Nada, pues, de altura moral, resiliencia o empatía. Simple y llana brutalidad al servicio de la posesión, nunca del amor.
Quizá contradiciendo -o no- el espíritu de este blog, no vamos a indagar en busca de las raíces psicológicas del problema. Como todo manifiesto que se precie, quiero mantener un tono crítico y reivindicativo hasta el final. Por eso declaro que el ser humano es libre. Nadie posee a nadie ni tiene derecho a hacerle vivir conforme a sus expectativas. Nadie puede forzar a otra persona a hacer o no hacer ni tomar represalias si no hace o hace. Ninguna persona puede decirle a otra a quién puede ver o no ver y con quién tiene o no que estar. La potestad de procurarnos amistades, compañías o parejas es propia e intransferible, y como tal depende de cada uno mantenerlas o revocarlas sin que nadie pueda entrometerse. Y nadie puede descargar su ira o su frustración en forma de azote movido por primaria energía muscular. 
¿Qué tal si contribuyes, desde tu entorno cercano, a que la historia vuelva a marchar hacia delante? No eres de nadie, nadie es tuyo, pero estás con quien quieres y quien quiere está contigo: hasta que eso cambie, si cambia. No conviertas en violencia tu tristeza por muy mal que vayan las cosas, porque hay mejores opciones, legítimas y sin sufrimiento. Aprende, madura reflexiona o escribe poesía. Cocina, pasea y conoce gente. Anda en bicicleta. Cree en ti, escribe un blog, vive la vida. 

Fotografía: Miguel Morales

martes, 24 de noviembre de 2015

Día Internacional contra la Violencia de Género


Fotografía Miguel Morales


por Beatriz Rey Tilve

25 /11/2015 
Día Internacional contra la Violencia de Género

Mitos referidos al maltrato:

Es una pérdida momentánea de control
Los hombres que maltratan lo hacen porque tienen problemas con las drogas o el alcohol
Un hombre no maltrata porque sí, ella también habrá hecho algo para provocarlo
Los hombres que agreden a su pareja están locos

Lo cierto es que…

La mayoría de las veces, las agresiones, amenazas e intimidaciones son actos premeditados. El violento agrede cuando la mujer es más vulnerable o nadie puede ayudarla.
El alcohol y drogas pueden disminuir las inhibiciones o el control de la conducta, pero no son excusa para actitudes violentas.
Las conductas violentas son única y exclusivamente responsabilidad de quién las ejecuta. Culpabilizar a las víctimas va en consonancia con una sociedad machista.
Los violentos no padecen especialmente ninguna patología y son responsables de sus actos. Someten y dominan para autoafirmarse.

Fotografía Miguel Morales

Mitos sobre la violencia sexista:

Sólo el maltrato físico es peligroso.
Los problemas se solucionan con el tiempo.
El amor puede cambiarlo
Lo que ocurre en la pareja es privado, no hay que intervenir
Sólo ocurre en familias ‘con problemas’
Los hombres también son agredidos por sus compañeras
Si se tienen hijo-as, mejor que no se separen.
Ella tiene la culpa por aguantar y seguir con él.
Ella está exagerando, si fuera tan violento ya se habría ido.

Fotografía Miguel Morales

Lo cierto es que…

El maltrato físico es el más evidente, pero también se ejerce violencia con miradas, silencios, palabras, insultos, amenazas…estrategias para anular a la mujer.
Está comprobado que con el tiempo las agresiones se vuelven violentas y más recurrentes.
En el maltrato no  hay sentimientos de amor, sino de posesión, control y dominio. Cuando hay amor no se intimida, manipula, limita y daña.
Ninguna situación que dañe a un ser humano puede considerarse privada, porque es un delito contra la libertad y la seguridad, tipificado en el Código Penal. Hay que denunciarlo.
El maltrato se da en todos los grupos sociales, étnicos, socio-económicos y culturales. No hay un rasgo típico del maltratador, únicamente el de tener o haber tenido una relación afectiva con la víctima.
Aunque hay mujeres que agreden a sus parejas, son una mínima parte y la mayoría en defensa propia y aún así,  la condena social es mayor y más dura para las mujeres.
Es negativo para los niño-as vivir y socializarse en un ambiente violento. Los maltratos son lo que asociarán con ‘amor’. Es grave para su bienestar emocional y como modelo de aprendizaje.
La violencia provoca pérdida de autoestima, depresión, miedo y sentimientos de incapacidad. Además, la mujer maltratada suele carecer de medios económicos y apoyo social.  Esto hace que no abandone al agresor.
Cuando una mujer maltratada pide ayuda, generalmente la situación ya se ha convertido en muy peligrosa. Hasta hace poco, la sociedad no reconocía la violencia doméstica, diciendo que no era para tanto y que formaba parte de lo que la mujer tenía que soportar en un matrimonio.

Fotografía Miguel Morales

Conclusión

De los hombres y las mujeres depende tomar conciencia de las relaciones de poder que sostienen la violencia sexista y de atender las otras formas de violencia que se ejercen en nuestra sociedad sobre las mujeres: familiar, doméstica, laboral, comunitaria y estatal.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Pueblos longevos


Fotografía Miguel Morales

por Roberto del Río

¿Por qué algunas comunidades humanas disfrutan de una longevidad asombrosa? Estas poblaciones, además, suelen conservar la salud durante todo el ciclo de la vida, que con frecuencia sobrepasa los cien años. Hablamos, por ejemplo, de los habitantes de la isla japonesa de Okinawa, los Hunzas en el Himalaya o un grupo adventista del pueblo de Loma Linda en California, por citar tres pueblos donde abundan los centenarios.
¿Cuál es el secreto? Hombres y mujeres que abordan la décima década de su vida con un vigor que parece desmentir su avanzada edad. Ésta no les impide seguir activos. Muchos no han abandonado la costumbre de atender su huerto, y la mayoría cultiva un sinfín de aficiones en donde no falta ni el ejercicio físico ni el trato alegre y apacible con sus semejantes.


Al analizar el estilo de vida de estos grupos descubrimos ciertas coincidencias significativas. Empecemos por la alimentación. Frutas, verduras, cereales integrales, semillas y legumbres constituyen la base de la dieta, complementada en Okinawa con los productos de la tradición japonesa como pescado, algas, tofu y otros derivados de la soja. Abundan los alimentos crudos, frescos y de temporada, y la presencia de grasas saturadas, azúcar o alimentos procesados es prácticamente nula.
Otro factor coincidente es la vida tranquila. Liberar el acontecer diario del peso y la presión de la velocidad influye de manera muy determinante en la salud. La competencia instaurada en nuestras sociedades, los unos contra los otros y todos contra el tiempo, no es la norma de conducta de los pueblos centenarios, cuyo concepto de productividad no se mide por los dólares arrancados a cada minuto del día. Y la ciencia ahora -y la intuición antiguamente- sabe que los pensamientos y las emociones se relacionan de modo directo con los procesos físicos que conducen a la salud o la enfermedad.

Foto Miguel Morales
El estudio de los pueblos longevos puede contribuir con datos de sumo interés a una nueva disciplina que estudia la conexión entre el cerebro y el sistema inmune. Esta disciplina, de largo y elocuente nombre, se llama psiconeuroinmunología. Resumiendo mucho, este reciente y pujante campo disciplinar postula que las funciones mentales, el sistema nervioso y el sistema inmunitario se entrelazan mediante rutas neuronales de doble dirección. En general, asumimos que las personas tranquilas y positivas gozan de mejor salud; por el contrario, una exposición continuada al estrés se traduce en una bajada de defensas que abre la puerta a la enfermedad. A la luz de estos datos, la educación para la salud alcanza una nueva dimensión. La información que nos aporta el modo de vida de los pueblos longevos puede ser de gran ayuda, pues indica cómo implementar estrategias para una cultura preventiva de salud a través de la estabilidad emocional, el optimismo, la motivación para alcanzar objetivos y la interacción armoniosa con nuestros semejantes. Sin olvidar que nuestro organismo necesita el mejor de los alimentos y, como máquina que es, una actividad física que lo mantenga siempre engrasado y a punto. 
¿Que los tiempos corren en otra dirección? Sí. Pero aunque el signo de la historia sea reacio a cambiar de golpe, el ejemplo permanente de los pueblos longevos nos muestra un camino: y cada cual es libre de recorrerlo.

Fotografía Miguel Morales


jueves, 5 de noviembre de 2015

La química de la sonrisa


Fotografía: Miguel Morales

por Roberto del Río

Alguien dirá que la sonrisa no depende de química alguna. Que la sonrisa o el ceño fruncido son opciones personales, directamente relacionadas con nuestra interpretación benévola o fatídica de las circunstancias externas. Por otra parte existe toda una industria farmacológica al servicio del estado de ánimo. A cambio de tu firme adhesión al tratamiento florecerá tu sonrisa en un mundo hermoso, prometen.
Del absoluto control interno a la completa dependencia de un fármaco, las posturas anteriores son los extremos de un continuo donde la virtud, como casi siempre, se agazapa en los términos medios. Es cierto que nuestra capacidad para moldear las emociones en función de los pensamientos es considerable; como también es verdad que existe una química de la sonrisa que se complementa recíprocamente con lo anterior. Una química que no sigue el camino habitual del laboratorio a la farmacia, sino que procede de la tierra y se sintetiza en los alimentos que luego encontramos en los mercados.

Fotogtafía: Miguel Morales

Y es que los alimentos encierran todos los nutrientes necesarios para la vida y la salud, proteínas, vitaminas, minerales, flavonoides…  No hay mejor farmacia -ni en encanto, fragancia o surtido- que una frutería. 
Pero expliquemos por qué.
Empecemos por la energía. Los cereales integrales la aportan a través de sus hidratos de carbono de absorción lenta. Una falta de energía lleva al cansancio y la irritabilidad, por eso la primera medida para mantener estable nuestro ánimo es no quedarnos sin combustible. Los cereales también nos proveen de vitaminas del grupo B, fundamentales para la salud del sistema nervioso. Las vitaminas B5 y B12 están relacionadas con la síntesis de los neurotransmisores, junto con los minerales zinc y magnesio y el aminoácido triptófano, cuya absorción se ve notablemente favorecida por los carbohidratos.

Foto: Miguel Morales
Otro mineral que ayuda a mantener un tono anímico adecuado es el hierro. Si sufres falta de concentración, desánimo o fatiga exagerada puede deberse a bajos niveles de hierro. Las lentejas son ricas en este mineral, así como las semillas de calabaza y las verduras de hoja verde entre otros alimentos. Las lentejas, además, aportan ácido fólico, que interviene en la síntesis de la dopamina, y una cantidad de proteínas muy interesante (aunque en materia de ácido fólico nadie le gana a la humilde lechuga). Otra legumbre que no debemos olvidar en la química de la sonrisa son los garbanzos, por su riqueza en triptófano.
El déficit de magnesio ocasiona mal humor, dificultad para concentrarse e insomnio. El magnesio se encuentra en todas las verduras de hoja verde, en las crucíferas, la remolacha, el chocolate, los dátiles, el aguacate, etc. El aguacate, además, posee tirosina, necesaria en la síntesis de la dopamina, fenilalanina, precursora de las endorfinas, y ácidos grasos que actúan como lubricantes de los neurotransmisores. Su contenido en magnesio, junto con la vitamina B6, contribuye de modo necesario a que el cuerpo elabore serotonina, un neurotransmisor implicado en el sentimiento de calma.

Fotografía Miguel Morales

Los copos de avena, ricos en ácido pantoténico, y los huevos, que aportan proteínas, vitamina B12 y zinc, contribuyen a evitar los dolores de cabeza, los cambios de humor y el cansancio, y a mantener en buen estado la memoria.
Y por último, mencionemos los ya famosos ácidos grasos omega 3, cuyas mejores fuentes son el aceite de linaza, las nueces y el pescado azul. En la química de la sonrisa, los omega 3 son necesarios para una correcta comunicación de las células nerviosas, y su carencia puede implicar inestabilidad emocional, ansiedad o depresión. 
Esto es sólo un resumen, y que me perdonen los alimentos que por cuestiones de espacio -en este artículo y en mi memoria- no he podido mencionar. Sólo me queda reclamar para las comidas un entorno favorable, un ambiente relajado y esa actitud de los comensales inteligentes que saben que "somos lo que comemos": una de las pocas frases que a pesar de haberse vuelto un tópico mantiene toda su frescura y expresividad. 
Por ello, para terminar, un consejo: come sonrisas. 

Fotografía: Miguel Morales
(Documentación: revista Integral)


martes, 27 de octubre de 2015

Zas


Fotografía: Miguel Morales
por Roberto del Río

Y de pronto, ¡zas!, hay que detenerse. Estábamos proyectados al futuro a velocidad de vértigo, porque así son estos tiempos que corren -y nunca mejor dicho- vertiginosos en su afán de producir. Cada día todo está previsto con minuciosa antelación: todo segundo tiene asignado un cometido para satisfacer a ese depredador de tiempo llamado trabajo. Me acuesto con un organigrama en la cabeza y una foto precisa de mis planes para mañana. ¿Cómo convertir los instantes en moneda de curso legal? Pues de eso se trata. Y aunque esta presión me alivia de lo que podría ser más grave, el peso de la incertidumbre, siento que hay algo maligno en todo ello. A cambio de una rutina presidida por la eficacia la vida pierde color y adopta un gusto insípido. ¿Seguro que compensa?
Y entonces ¡zas! Un cortocircuito. Observo a mis enemigos habituales con una cierta ternura. A veces, sigilosamente, han conseguido boicotear planes de trabajo que yo había establecido con precisión cronométrica. La butaca, la guitarra, la bata donde estoy a punto de enfundarme. Hoy cuentan con eficaces aliados: el frío que ha llegado de repente, la lluvia en los cristales. Y una circunstancia tan inesperada que, por falta de costumbre, me obliga a indagar en Google para saber de qué se trata: la diferencia entre resfriado y gripe. 

Fotografía Miguel  Morales
De verdad que he perdido el hábito de distinguirlos, pero desde que he sabido que es uno de ellos me he entregado a preparar el ambiente. Quedan suspendidas todas mis actividades para este lunes -que se prometía intenso- y para el martes frenético que me esperaba en el horizonte. Abrigado, me hundo en la butaca a la luz de la lamparita y rodeado de esa lectura pendiente que un día tras otro pospongo por alimentar el buche del “trabajo” -tal vez el verdadero enemigo. Curiosamente, la vida cobra sentido. El cansancio es dulce. Una tisana con miel es pura ambrosía. Tengo bula para dormitar mientras la radio que nunca puedo oír suena alegremente. Torres de revistas en inestable columna se alternan con prendas de ropa fuera de su sitio, aunque debería decir que en un día como éste no ambiciono otro paisaje que el desorden: hace que me sienta habitante de mis dominios. Renunciar a inscribir en las horas de hoy y de mañana todo un currículum de productividad colma mi espíritu con el sabor de la rebeldía. Embargado de ardor revolucionario accedo a la maquinaria del tiempo e introduzco una piedra entre los engranajes. Y ¡zas!, todo se detiene, empezando por mi culpabilidad. Viva la huelga, murmura una voz que reconozco como la del catarro o la mini gripe, que aún no he decidido lo que es. Viva la huelga y mañana, o mejor pasado, será otro día. 

Fotografía Miguel Morales

viernes, 9 de octubre de 2015

Quiénes somos


Fotografía: Miguel Morales

He aquí un clásico en las páginas web, la presentación de los habitantes de la trastienda. ¿Por qué ahora? Bueno, ¿alguien se ha preguntado por qué los grupos de rock presentan a sus componentes bien avanzado el concierto? En cambio nosotros sólo llevamos cuatro piezas.
Cumpliendo, pues, con el protocolo, vamos a desenmascara al equipo de dos que escriben este blog: Beatriz Rey, madre e impulsora de la idea y la que presta su nombre al proyecto, así como autora de las entradas que llevan su firma. Y Roberto del Río, administrador, redactor y autor de los artículos firmados con su nombre.
Además de su participación en el blog, ambos son psicólogos y con larga trayectoria profesional en sus consultas, Beatriz en Santiago de Compostela y Roberto en Pontevedra.

Foto: Miguel Morales

Beatriz se orienta hacia la psicología humanista y existencial. Este enfoque se centra en la búsqueda de lo que hay de sano y creativo en las personas, y en conseguir que esa parte sana se abra paso a través de la problemática específica de cada uno. La guía a seguir son las emociones, el cuerpo y su lenguaje. Beatriz trabaja tanto en terapia individual como grupal. Para una panorámica más amplia de su actividad profesional podéis consultar su perfil.
Roberto del Río lleva más de veinte años trabajando en su consulta. Su enfoque es ecléctico, aunque tiene como referentes la terapia cognitivo conductual y el análisis transaccional, disciplinas de las que ha impartido varios cursos. Fundamentales en su vida y en sus quehaceres son también la escritura, la pintura y la cocina vegetariana, por eso ha querido mencionarlas en esta presentación (y en contra de la opinión de algunos de sus amigos, que creen que no viene a cuento).

Fotografía: Miguel Morales

También cuenta este blog con una colaboración excepcional, Miguel Morales, fotógrafo del que puedo atestiguar que se colgó la cámara al hombro a los catorce años y aún sigue ahí -la cámara-, tal vez formando ya parte de su anatomía -la del fotógrafo. Miguel nos surte puntualmente del mejor material gráfico que podríamos imaginar para nuestros sueños blogueros, y así éstos, sin más dilación, se ponen en marcha.
Esperamos ser capaces de confeccionar una página que resulte de interés y provecho para los lectores, seria, didáctica, original y, en la medida de lo posible, divertida. O al revés: divertida, original, didáctica y, en la medida de lo posible, seria. O ambas cosas, que aunque parecen divergentes en realidad se complementan. Y gracias por leernos.

Foto: Miguel Morales

jueves, 1 de octubre de 2015

De deudas y partituras


Fotografía: Miguel Morales

por Roberto del Río

Me han dado la noticia de que una amiga acaba de dejar su carrera universitaria por la música. Cursaba segundo de Derecho, y justo antes de empezar las clases y ya con su lugar de residencia apalabrado ha decidido dar la vuelta y regresar. Retomará sus estudios de piano que había interrumpido por la Universidad, aunque parece que lo primero es grabar un disco aprovechando la reciente adquisición de una guitarra electroacústica; o más bien al revés, la estupenda guitarra de categoría profesional no llegó a las manos de mi amiga sino tras los apasionantes planes del disco.
O un poco de todo, pues este cambio de rumbo no surge de un arrebato, aunque este último ayude a dar el paso definitivo. Si ella retornó a su gran vocación supongo que habrá sido tras entablar una lucha -y vencer- contra sus proyectos universitarios. Estos eran estudiar Derecho e ingresar en el ingrato club de quienes hacen oposiciones a Notaría. Parece un tópico, pero no lo es. Tal era el plan supremo.


Fotografía: Miguel Morales

En su mente lo tenía todo estructurado. Se veía sacando limpiamente curso tras curso. Licenciándose. Encerrándose con una montaña de libros entre su habitación y la biblioteca hasta aprobar las oposiciones. Y ya más tarde, victoriosa, se veía en un elegante despacho estampando sellos y firmas: aquello para lo que se había preparado. Dando fe.
Había sintonizado sus emociones con las exigencias de cada paso hasta lograr el objetivo. Sentía como si lo que estaba por vivir no fuera una mera hipótesis. Sufría, se alegraba, las famosas mariposas que a veces pueblan el estómago se convertían en dardos antes de volverse de nuevo lepidópteros y a continuación sables. Había establecido un compromiso firme con el futuro que incluía presión y sacrificio. Y también renuncia de otras cosas. Tal vez había contraído una deuda emocional.

Foto: Miguel Morales
O quizá no. Supo parar a tiempo antes de hipotecarse, y no exagero con la palabra. Una deuda emocional supone un compromiso tan estricto como la compra de un inmueble, sólo que la moneda no es un círculo de metal ni un papel más o menos arrugado -contado en millones, claro-, sino unas abusivas cuotas -también en millones- de sobreesfuerzo y estrés crónico. Una buena deuda emocional en manos poco habilidosas puede arruinarte la vida. Como mínimo te puede conducir a la frustración y al agotamiento. ¿Crees que vale la pena?
Mi amiga no asumió la deuda. Se libra de cuotas emocionales y de sinsabores, aunque nadie ha dicho que la vida sea fácil ni la música un camino de rosas (aunque sí más melodioso). Se libra de lo que en Análisis Transaccional se denomina Argumento, rígido e impuesto, y lo sustituye por Metas de vida, saludables y escogidas libremente. Bravo por ella.
Deuda, Argumento, Metas: en el marco de las felicitaciones a mi amiga por su decisión, esto es todo cuanto queríamos decir. Y fuera de ese marco hablaremos otro día, que no será por falta de tema ni de artículos futuros.
Y en cuanto a la valiente que ha rehusado la deuda, que las musas le acompañen en su nueva partitura.